Esa famosa frase, traducida de Hellraiser (1987) de Clive Barker, nos permite adentrarnos en el frikismo de cada uno de nosotros. Cuando regresé de España en el 2006, traía un metro cúbico de libros, eso gracias a la librería “Petra’s International bookstore” que permitía comprar libros de segunda mano, y revendérselos a un precio más barato en caso de no querer quedarte con ellos; de lo contrario, quién sabe con cuántos metros más habría regresado.
Ese frikismo viene usualmente unido a un afán de coleccionismo, que además es directamente proporcional al nivel de ingresos de la persona. Pero, en ese tiempo existía también la variable de acceso a los productos o mercancías que interesan al fan.
Hagamos una comparación. Panamá, —donde resido—, tiene una superficie aproximada de 75,000 kilómetros cuadrados, la única tienda que se publicita como una tienda física de anime, cómics y mercancías está a unos 430 km de distancia de la ciudad; es como pensar que los residentes de Madrid tuviesen que ir a comprar sus cómics o manga a Murcia o Cartagena.
Puedes imaginarte lo que era para un friki/coleccionista vivir a escasas cinco o seis manzanas de la calle Luna y sus alrededores. Ese era equivalente al Valhalla de los nórdicos.
No solo por el hecho de tener a disposición acceso a manga, sino que en las tiendas también se ofrecía cómic Europeo y el mal llamado “cómic americano” (que solo representaba los trabajos de los gringos y no del resto del continente).
El haberme esforzado y logrado estudiar en España me abrió las puertas al mundo del cómic japonés y por ende creó un hueco en mi presupuesto, que aun hoy, casi diez años después, no se termina de cerrar.
Y es que el acceso directo, el poder tocar, ver, manipular incentiva al consumo. No importa cuantas imágenes veas en un sitio web, el poder tener esa figura a escasos centímetros de ti hace la diferencia. ¿Cuántos libros, figuras u otra parafernalia has comprado solo por el hecho de tenerla frente a ti?, ¿Cuántas veces has ido a por el libro del mes y terminaste con dos o tres tomos más, solo porque estaban allí?
En mi caso aun sigo esperando los manga de Satoshi Kon y Gunnm Last Order que han salido recientemente; eso sin contar las versiones de Doraemon en color que Marc Bernabé me ha soplado, llegarán pronto a las tiendas.
Sin embargo, una vez que Yukito Kishiro concluya GLO y tenga todos los mangas de Kon, ese será probablemente, el punto en que termine mi coleccionismo o lectura de dichos tomos. Al no tener un lugar físico donde ir a ver que hay de nuevo u otros lectores que te recomienden o presten ese primer tomo que termina enganchándote, probablemente el frikismo/coleccionismo acabará.
Algunos lectores podrían pensar que para eso existen las tiendas online, pero siendo de la vieja escuela, el poder hablar, encontrarse con amigos, ver el trabajo gráfico en mis manos o la interacción que se genera al compartir el mismo hobby hace la diferencia. Se que en las webs de las librerías de España podría seguir comprando los libros, esperar uno o dos meses a que lleguen y entonces decidir si quiero completar la serie. Pero, los costos se vuelven tan exhorbitantes, que hacen que me lo piense dos veces.
Al final, todo se reduce al tamaño del mercado y tristemente el de Panamá es muy pequeño para muchas cosas. Bien lo pueden atestiguar los españoles residentes aquí, que han ido a la farmacia a comprar un libro, un bocata o un Bluray de alguna película de moda.
Por lo pronto seguiré añorando los fines de semana de paseos por la calle Luna, sus alrededores y las charlas con los amigos. Y como no, algo de envidia de la buena me dan los españoles, del otro lado del charco, que todavía tienen acceso a esos hobbies, series, figuras, libros y el compañerismo que se genera entre aficionados.
Para terminar y aclarar la duda a algunos lectores, te dejo saber que es lo que me quita el sueño, tanto en figuras, libros y casi cualquier mercancía. Solo observa la foto al final.
Texto: Prof. Rolando José Rodríguez De León, Ph.D.
Dr. en Comunicación Audiovisual y Publicidad.