Una gran industria
«[Año 1969] —Es una base. Una base secreta. —Hay que mantener esto en estricto secreto. ¡No se lo diremos a nadie! (…)—¡Genial! ¡Podremos escuchar “group sounds” hasta hartarnos! —¡Yo traeré unos cuantos manga! —Buena idea. Me encargaré de traer la “Shonen Magazine”. —Pues yo me encargo de la “Shonen Sunday”. —Qué pasada… Podremos leer tanto como queramos.» Naoki Urasawa, 20th Century Boys
El milagro japonés
Se han llenado tantas páginas hablando del llamado “milagro japonés”, que lo único que puede sacarse en claro de las investigaciones y estudios realizados es que, en efecto, la conversión de Japón en una potencia económica internacional tras la Segunda Guerra Mundial fue prácticamente eso, un milagro que nadie podía predecir.
Tras la explosión de las bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, Japón abandonó la contienda y aceptó la derrota ante el bando aliado. Estados Unidos, en su afán de ayudar al resto del mundo a construir cimientos sobre los que erigir la nueva era contra el comunismo, llevó su propio sistema capitalista a tierras japonesas. Sin embargo, al contrario de lo sucedido en Europa, el sistema japonés reaccionó a su manera, siguiendo la tónica que ha configurado su sociedad, en la que vanguardia convive con tradición. Japón observó, analizó, estudió y adaptó a su cultura lo que les llegó del exterior. Los keiretsus, pequeños núcleos de empresas cooperadoras entre ellas, fueron una de las mayores apuestas del gobierno para reflotar la maltrecha economía. Ello, sumado a las inyecciones monetarias del exterior, contribuyeron al “milagro”, pero nada de esto podría haber sido posible sin la mentalidad de los propios japoneses: la colectivización por encima de todo, el esfuerzo y el sacrificio en pro del grupo, bajo la fe ciega en salir beneficiado como individuo del bienestar general al que se está contribuyendo.
Los años cincuenta
Los años cincuenta supusieron para Japón una era de cambio y reestructuración. Las zonas destruidas por los bombardeos tras la guerra fueron reconstruidas y la capital, Tokio, tras haber quedado en manos de las Fuerzas Aliadas con el general Douglas MacArthur a la cabeza (al que posteriormente Keiji Nakazawa retrataría en su obra Hadashi no Gen, publicada en nuestro país como Hiroshima) vio cómo la capital empezaba a creer a un ritmo inusitado. El aumento del número de empresas, el florecimiento de las industrias manufactureras y la importancia de establecer una cultura vitalicia entre trabajadores y compañías propició a que cada vez un mayor número de personas se desplazara a la ciudad cada día, invirtiendo en ello una nada despreciable cantidad de tiempo.
Con la inauguración de nuevas líneas de metro y el tren de alta velocidad, Shinkansen, en 1964, se ampliaron los horizontes en cuando a movimiento dentro de los territorios del imperio y el nivel de vida, en especial el poder adquisitivo, se incrementó. Sin embargo, todo progreso requiere un pago a cambio. Para un japonés medio, la responsabilidad de atender el deber social tanto en las escuelas, institutos y universidad, así como con la empresa y la familia, suponía la dedicación del casi cien por ciento de sus energías. En una sociedad acostumbrada al trabajo minucioso y riguroso, ¿qué espacio les quedaba a sus integrantes para tomarse un respiro y evadirse de sus realidades cotidianas, aunque solo fuera unos cuantos minutos?
Las primeras ediciones de manga
He ahí donde juega un papel muy importante el manga. Tras la irrupción de Osamu Tetzuka en el mercado y la revolución de su concepto del manga como arte popular, la industria se preparó para dar el gran paso y llegar al mayor número posible de lectores. Influenciados en cierta manera por el cómic americano, distribuido en quioscos y demás puntos de venta con una periodicidad regular y un número de páginas limitado por el color, los japoneses observaron, analizaron y adaptaron: en lugar de ser a todo color, el manga se imprimía a una sola tinta, en papel de una calidad tirando a baja y con una encuadernación modesta aunque eficiente.
Sin embargo, los costes de producción seguían siendo demasiado elevados para asegurar buenas ventas. Se hicieron populares las kashibonya, una especie de bibliotecas en las que los lectores podían alquilar manga a un precio muy asequible. Tanto éxito tuvo la mecánica del negocio que llegaron a contabilizarse cerca de 30.000 de estas librerías de pago solamente en Tokio. Los autores del manga que se ofrecía en dichos establecimientos hacían, por lo general, historias dirigidas a un público más adulto, con un contenido más realista, género conocido como gegika.
El esplendor nipón
Pero con el transcurso de los años, la economía de Japón escaló posiciones a una velocidad vertiginosa, creciendo a un ritmo del 8% entre 1953 y 1973, lo que llevó al país a convertirse en la segunda potencia mundial. El nivel de renta disponible aumentó y, con ello, las pautas de comportamiento de lectores y editores volvieron a cambiar.
El objetivo seguía siendo conseguir un producto lo más económico posible, algo que se pudiera adquirir sin dificultades para ser consumido y, si así lo quería el lector, desechado hasta la próxima entrega. Dicho producto fueron las revistas, que se vendían en los quioscos, las tiendas, las estaciones de tren y otros diversos tipos de establecimiento. Desaparecida la imposibilidad de comprar manga, las kashibonya cedieron el puesto a las que actualmente siguen siendo las reinas indiscutibles del mercado.
El nacimiento de las mangashi
En efecto, las décadas de los 50 y los 60 vieron nacer a la gran mayoría de las revistas más importantes de la industria, como es el caso de Shonen Magazine (1959), Nakayoshi (1954), Ribon (1955), Margaret (1963) o Big Comic (1968). La estructura era siempre la misma: se publicaban varias historias a la vez, a la razón de un capítulo por entrega, suficiente material como para dejar en tensión al lector y asegurar que volvería a comprar el siguiente número. Posteriormente, las series de mayor demanda se recopilaban y vendían en tomos semejantes a las novelas gráficas americanas, denominados tankobon. Pero el gran acierto fue ofrecer a cada sector potencial de lectores un producto adecuado a su perfil. Cualquiera podía encontrar un manga que satisficiera sus expectativas. Fue el nacimiento del shonen, shojo, y demás géneros. Los autores del mencionado gegika fueron reclutados por las editoriales en vistas a la demanda por parte del gran público de sus historias realistas, alejadas de las destinadas a público infantil y juvenil.
El papel del manga en la sociedad
Sin duda, uno de los puntos que reforzaron la implantación del manga en el corazón de la sociedad japonesa, fue la exaltación que se hacía por medio de sus páginas de los valores fundamentales inculcados a cada miembro del pueblo. Los héroes representaban la integridad, el honor, el valor. Los antagonistas, la codicia, la tiranía. Los niños y no tan niños se identificaban con sus héroes. En una era donde la Guerra Fría, la incertidumbre económica y social, así como la apertura definitiva al agresivo resto del mundo, estaban a la orden del día, el pueblo japonés necesitaba, más que nunca, recordar quién era, de dónde venía y hacia dónde iba.
El manga resultó ser un excelente vehículo para que los estudiantes se identificaran con historias protagonizadas por chicos y chicas como ellos, con sus problemas, sus responsabilidades. También fue vehículo para expresar la pasión de los japoneses por la tecnología. Astro boy fue el primer robot que se ganó a las masas. La ciencia ficción, la alta tecnología, los robots pilotables y demás hicieron las delicias de los aficionados, llegando a su punto culminante con la Expo Universal en el año 1970.
El apoyo del anime
De igual manera, el auge del manga fue de la mano con los avances tecnológicos y las primeras emisiones por televisión. Las adaptaciones de mangas conocidos a series de animación no hicieron sino incrementar su aceptación y popularidad, asentando las bases de una industria que, pese a estar viviendo en la actualidad una época de declive tras haber alcanzado su cénit, ha consolidado su peso en Japón, donde el manga supone un 40% del total de publicaciones, sin olvidar que se trata, a día de hoy, del país donde más productos escritos se editan y publican anualmente.
Un fenómeno que ha traspasado fronteras y ha propiciado a que el resto del mundo conozca un poco más de su cultura en un aperturismo popular, adaptado y renovado.
Bibliografía:
GRAVETT, Paul. Manga, la era del nuevo cómic. Madrid: H Kliczkowski-OnlyBook, S.L, 1988. ISBN: 84-96592-05-7
SCHODT, Frederik L. Dreamland Japan: Writings on Modern Manga. Stone Bridge Press, LLC, 2002. ISBN 188065623X, 9781880656235
http://es.wikipedia.org/wiki/Tokio
http://www.guiadelcomic.com/comics/hiroshima.htm
http://www.es.emb-japan.go.jp (Embajada de Japón en España)
http://www.koyagi.com/ACPages/ack.html (Anime Companion K)
Texto: Nisa Arce