Nacido en Barcelona en la década de los 80 es un apasionado del manga desde que tiene uso de razón. Cursó estudios de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona y actualmente se encuentra estudiando Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Barcelona, además de sacarse el título de actor de doblaje. Paralelamente a su formación académica ha trabajado para varias empresas dedicadas al manganime como Norma Editorial, Jonu Media, Estudio Fénix o Canal BuzzEmpezó en el mundo de la radio, en el que destacó por conducir durante 7 temporadas consecutivas el programa de RCB llamado Mision Tokyo y ser colaborador del programa Más Allá de la Viñeta de COM Radio, aunque también ha participado en algunos proyectos televisivos de La Sexta y el Canal Buzz. En el terreno de la prensa ha escrito para revistas especializadas como Minami, Shirase, Anitype, Dibus! y Jetix Magazine, además de editar su propia publicación, Mision Tokyo Magazine. Actualmente es director de MisionTokyo.Com
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Glénat, de vuelta a los orígenes
Era un tema ya habitual entre las conversaciones con profesionales, cenas con editores y demás, era el bombazo del año, la noticia que todo lo iba a cambiar y que por su gran impacto se había convertido en un auténtico tabú. Tan tabú que ayer, cuando Joan Navarro lo anunció en su blog, nos pilló a todos por sorpresa y el impactó fue inevitable.
«Tras años de advertirlo la debacle de Glénat se ha consumado»
Y es que tras años de advertirlo la debacle de Glénat se ha consumado. Hace tiempo que atrás quedaron esos años en los que la editorial de Navarro era la favorita por los otakus, la más atenta con la prensa, aquella que para contentar a los fans era capaz de lanzarse al vacío con los ojos vendados. No en vano, revolucionó el sector editorial del manga. Cuando a finales de los noventa Norma Editorial anunció que cancelaba su línea manga y Planeta se limitaba a editar Dragon Ball en formato grapa y 4 cosas más… allí estaba Glénat con sus ediciones de lujo con mangas de calidad como Raïka, o lanzándose a la aventura de editar por primera vez en formato original japonés, esto es con sentido de lectura oriental y sobrecubiertas. Lo que hoy día se considera un formato estándar por aquel entonces era una rareza y encima más cara de lo habitual. Sin embargo era lo que los aficionado pedían, acabar con las ediciones basura que se cancelaban a los 4 tomos y que las editoriales empezasen a tomarse esto del manga más en serio. Algo que también pedían los otakus era recuperar aquellas series que habiéndose editado en formatos indecentes habían sido canceladas por otras editoriales. Dicho y hecho, otra locura que escapaba a toda lógica y que, sin embargo, resultó en éxitos comerciales como Ranma o Saint Seiya. Así es normal que a la editorial le surgieran defensores a ultranza, entre los que se encontraban los mismos japoneses que decidieron apostar definitivamente por ellos.
Pero antes de esta época dorada Glénat vivió una época más oscura y sucia, en la que se editaron bizarradas hoy día impensables, como la revista Kabuki, o » manga» español de dudosa calidad, junto con series que tenían poco en común y que no quedaba muy claro cuál era el público objetivo al que querían llegar. Aunque incluso de aquella época oscura guardo buen recuerdo del Street Fighter II de Masomi Kanzaki o la genial Version .1. A pesar de ello, era la vergüenza de las editoriales, denostada por los otakus tanto por la calidad de sus ediciones como la de sus títulos, y es que todo el mundo tiene un pasado.
«Con la pérdida de las licencias de Shueisha, EDT-Glénat pierde esa ventaja competitiva que consiguió aprovechando los errores infantiles de una competencia que no supo escuchar a su público»
Ahora, con la pérdida de las licencias de Shueisha, EDT-Glénat pierde esa ventaja competitiva que consiguió aprovechando los errores infantiles de una competencia que no supo escuchar a su público. Curiosamente el mismo error que, a mi parecer, ha cometido Glénat esos años en los que el éxito de Naruto les nubló la realidad, se acomodaron, y empezaron a editar cosas pensando más en sus inquietudes personales como editores que en los otakus. Se hace difícil entender como la editorial que lo tenía todo se haya podido quedar sin nada. Pero así son las cosas cuando te olvidas de lo importante, del público que fielmente te compra cada mes, del movimiento otaku, para centrarte en otro tipo de objetivos.