Mientras la corrupción latente en torno al shogunato sigue creciendo de la mano del prefecto Jirokuro Auki (determinado en quebrantar la voluntad de los samuráis de humillándoles y sometiéndoles a todo tipo de vejaciones), la estabilidad en la zona se ve amenazada al ser acusados los de Satsuma por los campesinos que los alojan de violar a jovencitas para así calmar sus ansias sexuales. Esto hará que surja la ira entre los samuráis a la vez que su desaliento ante tamañas acusaciones contra su honor.
De esta forma, el prefecto Jirokuro Auki impondrá nuevas restricciones y les ofrecerá a los samuráis de Satsuma o bien ser encerrados en un campo de prisioneros o bien pagar una fortuna por los servicios de 200 mujeres que sacien sus apetitos sexuales. Una dura prueba para los de Satsuma que verán aflorar la deshumanización entre ellos fruto de tantas provocaciones y humillaciones.