La animación japonesa está de enhorabuena por haber conseguido que una de sus obras ganara un Oscar. Concretamente el Oscar al mejor corto animado con La Maison en Petits Cubes de Kunio Kato.
El corto está diseñado en 2D a partir de bocetos completamente dibujados a mano. Su duración es de aproximadamente 12 minutos y sin la presencia de ningún diálogo. Con la música y el dibujo, el autor tuvo suficiente para transmitir su mensaje.
Un anciano octogenario se aferra a sus raíces. Solitario, entre cuatro muros levantados por él mismo y cimentados sobre sus moradas anteriores, aguarda el destino: el mandato natural de reunirse con sus antepasados en otra vida. Lo rodean, además de un océano 100 metros sobre el nivel actual, sus memorias inmortalizadas en instantes fotográficos, todos ellos colocados en la pared: abuelos, padres, hijos, nietos; generaciones que saturan sus pensamientos todo el tiempo. Un descuido lo arrastra a sumergirse en las profundidades, geográficas y sentimentales, de lo que supone un largo trecho: el tiempo permanecido en este mundo y las personas que lo han acompañado en su recorrido.
Éste Oscar, se convierte en el segundo que recibe la animación japonesa desde El Viaje de Chihiro en 2003.
El ganador competía contra Lavatory-Lovestory de Konstantin Bronzit, Oktapodi de Emud Mokhberi y Thierry Marchand, Presto de Doug Sweetland (Pixar) y finalmente, This Way Up de Alan Smith y Adam Foulkes.