La industria del manga es, salvando las distancias, como la del cine americano. Ambas tienen una cantidad de productos impresionantes y, aunque haya gente que no esté de acuerdo, se tiende a hacer cosas “para la mayoría”. Productos comerciales, menos arriesgados o, simplemente, que juegan con unas cartas ganadoras desde el principio. Shaman King entraría dentro de esa categoría de cómic juvenil, heredero de otros tantos, que inunda las estanterías de las tiendas especializadas de medio mundo.
El manga cuenta la historia de Yoh Asakura, un chamán que participa en el Shaman Fight, torneo que decidirá el próximo Chamán de chamanes. Esta excusa le pondrá en contacto con otros chamanes, algunos buenos y otros malos, con los que Yoh irá progresando en el nada sencillo arte del chamanismo. Página a página, tomo a tomo, irá puliendo sus técnicas y descubriendo cosas sobre su pasado y el de su familia.
El manga tiene gran cantidad de tópicos: el sempiterno torneo que mide las fuerzas de los protagonistas o los clásicos “personajes malos, pero que luego se vuelven buenos” por citar alguno de ellos y sin ánimo de destripar el argumento. Pero, curiosamente, el manga consigue atrapar. Como habréis podido deducir por estas líneas, el argumento no es el más original del mundo, pero el conjunto entretiene, el dibujo es espectacular y las variedad de personajes ayuda mucho a la hora de darle dinamismo a la serie. Y es que, a veces, el cuerpo te pide algo ligerito, alejado de mangas más elaborados argumentalmente o de enrevesadas relaciones sentimentales. A veces, el cuerpo te pide algo como Shaman King.