Texto: Mimotaku
El pasado 14 de diciembre llegó a los cines la décima entrega en pantalla grande del anime One Piece. La película vino acompañada de una enorme campaña publicitaria y no es para menos ya que el film conmemora la década de producción animada de la obra. Casi un mes tras su estreno, OP Strong World sigue arrasando en la taquilla japonesa copando los primeros puestos en la cartelera y por fin crítica y público parecen armonizar en cuanto al positivo veredicto. Tras su visionado, en Mision Tokyo procedemos a justificar el por qué del fenómeno Strong World.
Con una duración superior a las dos horas de metraje, la película nos presenta a los «nakamas» explorando diferentes islas que conforman un archipiélago en el firmamento. Tras la secuencia introductoria, un flashback muestra cómo la tripulación del Thousand Sunny fue invitada a las islas flotantes por un misterioso pirata llamado Shiki, con control sobre la gravedad según se revela al comienzo de la historia.
Sin querer revelar más detalles sobre el argumento, decir que One Piece hace gala de un guión mucho más elaborado que en anteriores largometrajes, quizá en parte por la implicación del propio Eiichiro Oda como supervisor del proyecto, ya que a diferencia de otros títulos de corte shônen en cine, Strong World se considera canónica dentro de la continuidad de la obra. Como prueba de ello, con la entrada del cine se obsequiaba a los asistentes con el volumen #0 del manga, que sitúa los acontecimientos 20 años atrás en el mundo de One Piece contando el pasado de Shiki, el principal antagonista de la película como espina dorsal del capítulo. Tras los créditos finales, imágenes de Ace y Barbablanca aparecen para facilitar la ubicación cronológica de la historia.
En esta película espectacular y entretenida la animación es mucho más fluida que la empleada en la serie de TV y se corresponde con lo esperado de una superproducción de estas características. También los diseños de personajes resultan más estilizados que habitualmente y la banda sonora mucho más cuidada y totalmente creada para la película. Sin ir más lejos, el tema principal, Fanfare, corre a cargo de mr children, cantante de renombre en Japón, por deseo expreso de Oda.
Como puntos negativos destacar que, si bien el ritmo de la película se hace muy llevadero con la acertada intercalación de escenas de acción y comedia, habituales en la saga, el desarrollo de los acontecimientos no es muy original e incluso pueden hallarse evidentes paralelismos con la saga de Arlong, una de las más recordadas de la saga. La presencia de todos los nakamas es equitativa salvo en los casos de Luffy y Nami, sobre quienes recae mayor protagonismo. Así, pese a que el resto de personajes tiene un acercamiento muy coherente con su rol en la historia original, su relevancia en Strong World es meramente anecdótica. La peor parada resulta Nico Robin, cuyo personaje queda relegado al de damisela en apuros a la que socorrer en contra de lo que se espera de una mujer fuerte e independiente como la que el manga presenta.
A pesar de lo comentado, One Piece Strong World no defraudará a quienes busquen una película a la altura de las aventuras de Luffy y compañía. Sin embargo, aconsejaría que se tuvieran presentes las pretensiones del filme, a fin de cuentas un episodio largo más con pinceladas de relevancia en la trama principal. Una lástima que One Piece no goce de mayor popularidad fuera de las fronteras niponas en detrimento de obras similares como Naruto o Bleach, ya que en su país de origen lleva siendo la número habitual indiscutible desde hace tiempo. Muestra de ello es la apabullante recaudación en taquilla así como el bombardeo de merchandising (sin ir más lejos en la misma entrada del cine se distribuía material exclusivo para su venta en dicho establecimiento) y publicidad en medios de comunicación, supermercados o transportes.
«Kandarasu… tasukete…» (Sin falta, ayúdame…)